miércoles, 9 de julio de 2014
Primavera cero
Me agrada esta lluvia fina y constante de hoy, parece que uno caminara
entre la niebla. Y me gusta mucho la niebla. Caminar en solitario entre
sus espesos cortinajes. No es demasiado frecuente, pero a veces sucede
que te encuentras a otros paseantes solitarios como tú, caminando hacia
quién sabe dónde, pero que igual gustan de la niebla. No hay nada como
tropezarlos en algún punto del camino e intercambiar excusas de forma
muy cortés (los paseantes de la niebla somos muy corteses), para luego
acercar nuestros rostros para poder vernos a los ojos. Eso es lo mejor,
encontrase con alguien y acercarse para verlo a los ojos, que es donde
se agazapan las verdaderas respuestas a las preguntas que tantas veces
me hago. Y las respuestas suelen ser a su vez preguntas, interrogantes
surgidas del otro pero que completan y definen mejor las propias. En ese
espacio blancuzco no se ve mucho más, lo que tampoco importa demasiado.
Claro, existe gente que teme esa fantasmal materia fría y huidiza que
se cuela por los resquicios y prefiere quemarse en la luz cruda, perder
misterio en la nitidez. Recuerdo cuando no conocía aún lo que es caminar
en la niebla. Solía garabatear palabras en las paredes que rodean la
ciudad, pero siempre notaba al día siguiente que otro había tapado mis
letras con su propia escritura. Parece que mis frases no gustaban, tal
vez un poco oscuras ante tanto sol, un poco como la niebla si lo piensas
bien. Al tiempo me harté de esa especie de burla y caminé hacia la
cortina de lluvia fina, dejando atrás a los iluminados y sus máscaras,
sus lentes negros y su suficiencia. Desde entonces camino por los
senderos neblinosos intercambiando cortesías, acercando mis ojos a otros
ojos, a veces jugueteando todo dedos y labios con la belleza, que en
este lugar tiene otro nombre, tal vez corto y sonoro como un acero que
abre las brechas. Aquí todos somos solitarios, pero también somos
hermanos que compartimos la blanca llovizna, el orgullo bien ganado.
Lejos de aquel sol falsario acércate y mírame a los ojos. ¿Te he dicho
que me gusta la niebla?.
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